jueves, 4 de octubre de 2012

El arte de amargarse la vida es una útil rama del #conocimiento para la #gestión en general


Paul Watzlawick
La verdad que no existe un campo de conocimiento sobre el arte de amargarse la vida, sino un libro escrito por Paul Watzlawick. Por supuesto, como todo libro que ha caido en la categoría de AUTOAYUDA (que no lo es), ya ha dado lugar a escritos sobre cómo no amargarse la vida. Aquí se hablará del primero.

Estas son algunas ideas y su extensión a la gestión general (indicado con el signo --->). La idea no es hacer una lista de sabrosas maneras de amargarse la vida, sino de saber cómo evitar amargar la vida propia y de quienes nos rodean.
  • Las profecías se cumplen porque del momento que nos ponemos a pensar en ellas, actuamos para que ocurran. Si pienso que alguien me hará trampa, actuaré previendo esto y pensando en hacerle trampa, con lo cual otra persona me observa y se prepara de igual manera, y al final se hace trampa. ---> En una negociación piensa siempre en positivo.
  • Toda comunicación contiene dos afirmaciones: objetiva y de relación. Si una esposa pregunta a su marido "¿te gusta mi cena?", una respuesta de "sí" alegrará a la mujer, y si no le gusta y no le importa molestar a la mujer se dirá "no". Ahora bien, si la cena es mala, en el plano objetivo lo mejor es decir "no" y en el plano de la relación hay que decir "sí" para no ofender. ---> A un compañero no le hagas este tipo de preguntas, juega limpio.
  • La ilusión de las alternativas es cuando a alguien se dan dos opciones, y cuando el otro escoge una, hay que culparle de no haber escogido otra. Por ejemplo pida a alguien hacer dos cosas y cuando empiece una, quéjese de no haber empezado la otra. O, haga algo que puede tomarse en broma o en serio, no importa, cuando la otra persona se ría o se ponga sería, dígale que lo usted hizo era lo opuesto. O, pida a una persona que lea un libro que usted lee y advirtiéndole que ella hace lo que usted dice (si la otra persona acepta, usted tiene razón, y si la otra persona no acepta, usted igualmente tiene la razón porque ya lo sabía). ---> Siempre analiza las decisiones con alguien y si te ofrecen un par de alternativas, pregunta y analiza su alineamiento con objetivos de empresa.
  • Juramelo. Pida a su pareja que le diga si lo quiere o no. Como es obvio, dirá que "sí", pero usted luego insista diciendo "Pero, ¿realmente, realmente?" ---> Evitar preguntas del tipo, "¿hemos conseguido las metas?"
  • "Sé espontáneo". Esta frase lo dice todo, pues si la dicen, del momento que uno se lo propone, ya no se es espontáneo. Decir esta frase a alguien, si que complica las cosas ---> Evita estas cosas "ser creativos", "ser proactivos", "ser innovadores", etrc. pues todas ellas conllevan el hecho de que hay que ser natural y espontáneo en lo que se pide, pero no hay que pedirlo.
  • Sumas a cero y sumas a no cero. Son dos formas de expresas procesos de ganancia entre las partes. Parte del hecho de que sise suman ganancias y pérdidas el resultado es o no cero. Lo primero que se viene a la mente es que muchas cosas son de suma-a-cero, pues si uno gana y otro pierde, es en iguales magnitudes, por tanto, el resultado será 0. Es decir, lo que pierde uno se lo queda otro. Pero lo más normal es que todo sea a sumas-a-no-cero, ya que siempre se gana o pierde en parte y siempre sale algo nuevo de estar en una relación ganar-perder (la sinergia del proceso, por ejemplo). ---> Una frase de bronce para todos los casos "hemos aprendido algio nuevo" o simplemente "del problema hemos generado una oportunidad".

He aquí una parte del libro ...
" Un hombre quiere colgar un cuadro. El cuadro ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno, así pues, nuestro hombre decide pedirle al vecino que le preste el martillo, pero le asalta una duda:
-¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Bah, quizás tenía prisa, pero quizás la prisa no era más que un pretexto. El hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? ¡Yo no he dicho nada! Algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría en seguida... ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? ¡Es que tipos como éste le amargan a uno la vida! ¿Y luego, todavía se imagina que dependo de él! ¡Sólo porque tiene un martillo! ¡Esto ya es el colmo! Así, nuestro hombre sale precipitado hacia la casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y antes de que el vecino tenga tiempo de decir "Buenos días", nuestro hombre le grita furioso: "¡Quédese usted con su martillo, idiota!" "




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Watzlawick, Paul. (1986). El arte de amargarse la vida. HERDER. 143 pp.

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